ELOGIO
DEL NOMADISMO
«Uno
no viaja para proveerse de exotismo y anécdotas con que adornarse
como un árbol de Navidad, sino para que el camino lo desplume, lo
enjuague, lo escurra, lo deje como esas toallas, raídas por los
lavados con lejía, que te entregan junto con un pedazo de jabón en
los burdeles... Sin este desapego y esta transparencia, ¿cómo puede
uno esperar hacer ver lo que ha visto?". Así lo dice, y muy
bien, por cierto, Nicolas de Bouvier, escritor helvecio, alma nómada
y pluma vagabunda. Príncipe de las 'travel writers'.
Contradiciendo el cliché ampliamente difundido, los nómadas no se dedican al vagabundeo. Muy al contrario. Sólo se ponen en movimiento por necesidad, y sólo siguen caminos recorridos muchas veces. A menudo a regañadientes. Siempre en el momento oportuno. Conjugan el movimiento y el arraigamiento, no buscan huellas. Simplemente es una cuestión de vida o muerte. Se trata de evitar el nudo corredizo del hambre. Y también de deslastrarse de toda grasa, de todo lo superfluo, de todas las cosas inútiles. Con un corazón veloz como único viático, una pizca de incredulidad en la comisura de los labios, hay que volar con alas de águila sin preocuparse del tiempo de los relojes de péndulo ni de los de arena. Así pues, desplazarse, trashumar con familia y rebaños no es un lujo, sino una necesidad económica. Ecológica.
Contradiciendo el cliché ampliamente difundido, los nómadas no se dedican al vagabundeo. Muy al contrario. Sólo se ponen en movimiento por necesidad, y sólo siguen caminos recorridos muchas veces. A menudo a regañadientes. Siempre en el momento oportuno. Conjugan el movimiento y el arraigamiento, no buscan huellas. Simplemente es una cuestión de vida o muerte. Se trata de evitar el nudo corredizo del hambre. Y también de deslastrarse de toda grasa, de todo lo superfluo, de todas las cosas inútiles. Con un corazón veloz como único viático, una pizca de incredulidad en la comisura de los labios, hay que volar con alas de águila sin preocuparse del tiempo de los relojes de péndulo ni de los de arena. Así pues, desplazarse, trashumar con familia y rebaños no es un lujo, sino una necesidad económica. Ecológica.
Nada
tiene que ver con el turismo de masas, con sus chucherías y
baratijas, sus sospechosos dioses y sus verdaderos demonios (el
capital), sus revistas de papel satinado, sus iconos gastados, su
arte de aeropuerto, su palabrería y su desvarío, su cine huero, sus
películas Bollywood, sus novelas de estación terminal, su estética
'kitsch', su sonrisa comercial, sus chalés y sus chárteres, sus
operadores turísticos, sus pendencieros de poca monta, sus burgueses
bohemios, sus prótesis somáticas, su prudencia vaticanesca, su
fábrica de sueños desbravados, sus periodistas 'freelance', sus
circuitos de aventuras, sus mironas de escaparates, sus tipos de
cambio, sus 'rickshaws' y su calderilla, su gente anodina, su burbuja
esterilizada, sus cocoteros y sus cielos tórridos, sus afortunadas
víctimas de las campañas publicitarias, sus deseos profilácticos,
su carne en la acera, sus divagaciones y su aburrimiento, sus escenas
pintorescas, sus tipos étnicos, sus trazados rectilíneos, sus
sorprendentes viajeros, sus cinco continentes balizados, su falsa
primavera y su eterno verano, su bazar de cuatro estaciones, sus
músculos juvenilmente tensos, sus vacunas y su cláusula de
repatriación, su vellocino de oro, sus arcas perdidas, su Tierra del
Fuego, su Atlántida para enanos mentales, sus santos sin sudario,
sus deportes de riesgo, sus amables animadores, sus cantantes con
trenzas, su mochila y sus pupas, sus serpas del Nepal, sus prendas de
ropavejero y sus Ray Ban, su música empalagosa, su cocina insípida,
su ponche de coco, sus cubalibres, sus cañas de cerveza, sus
ensaladas de frutas exóticas, sus cremas solares, sus eslips, sus
bikinis, sus toneladas de basura, su Mickey Mouse y su Che Guevara,
sus jornadas temáticas, su azul de los mares, su azul de Grecia, sus
álbumes de fotos y su recuerdo de ayer, su chusma en Tijuana, sus
esculturas de Zimbabue, sus amores en Capri, su 'french-kiss', su
'french cancán', sus Taj Mahal de pacotilla, sus riberas, sus
carreteras, su ascensión al monte Kilimanjaro, sus estados de ánimo
bituminosos, su mestizaje dudoso y su fin de la historia, su
entusiasmo tan espontáneo como un plato del día, sus objetivos
categóricos, su filosofía clo clo, sus yo volátiles y gregarios...
(...) «Un viaje no necesita motivos. No tarda
en demostrar que se basta a sí mismo. Uno cree que va a hacer un
viaje, pero enseguida es el viaje el que lo hace o lo deshace a él» (...)
Y a
todas estas, ¿qué fue del nómada? Ya está lejos. Ha desaparecido
más allá del horizonte, lo ha dejado atrás. Es difícil atraparlo
vivo y presentar su esencia en forma de legajo de hojas impresas. Es
difícil describirlo con palabras. Incluso con palabras claras,
palabras cálidas, palabras-caricia, palabras-mapamundi. Ante la
imposibilidad de seguir su rastro por los caminos, senderos y recodos
que suben y descienden hasta extenuar, no queda otra alternativa que
hacerse libresoñador. No hay que malgastar el sudor, la saliva y el
aliento. No se trata de ensimismarse ni de quedarse en remojo en la
marisma de la circunspección. Al contrario, lo que hay que hacer es
cazar furtivamente espejismos. Crear silencio alrededor de uno mismo.
Ser humilde y amar la lentitud. Llevar sus provisiones: el pan vivo,
el agua viva, los tés en tres tiempos (el primero es amargo como la
vida, el segundo es fuerte como el amor y el último es suave como la
muerte), el canto del silencio. Prestar oídos al poeta que, por
ejemplo, soltó esto: «... for us in the archipielago the tribal
memory is salted with the bitter memory of migration» (Derek
Walcott). Lo mismo nos podemos aplicar a nosotros, diasporizados y
nativos-natales reunidos. Nómadas ateridos, con o sin malaria, con o
sin cámara, con o sin estilográfica, corriendo el peligro de vernos
sorprendidos por la helada de los días sin fin. »
Prefacio al libro "MERCADO DE HISTORIAS"
por Abdourahman
A. Waberi
Ed. Icaria. 2003