"Debemos
vivir de forma más simple para que, simplemente, los demás puedan
vivir" (Gandhi)
Una
vida bella pasa por el camino de la sencillez. «La sencillez es
un resultado; la simpleza, un estado primario. Hay que saber mucho
para ser sencillo. A la sencillez no se llega solo, porque uno solo
se ensimisma, se enquista, se cree autosuficiente. Necesitamos de la
presencia de los otros, de su irrupción, porque eso nos ayuda a
vivir.» (Angel Gabilondo)
Diógenes
(414-323 a.C.), filósofo griego que fundó la escuela cínica, que
predicaba la ausencia de necesidades, solía vivir de la mendicidad,
aunque no la veía como tal. «Simplemente pido que me
devuelvan». Y cuando quienes lo observaban extendiendo su mano
incluso ante las estatuas le advertían que de ellas no obtendría
nada, él respondía: «Estoy practicando para no recibir». Sin
duda, representaba un caso extremo de ausencia de necesidades, aunque
un buen disparador para buscar respuesta a esta pregunta: ¿es lo
mismo un deseo que una necesidad?
Lo
pequeño no sólo es hermoso (Ernest Friedrich Schumacher), sino que
es condición necesaria de lo grande. Así como la suma de una célula
más otra y más otra termina en la conformación de un organismo, el
cambio de una actitud individual, la modificación de la vida de una
persona o de una familia, más la de otra, más la de otra, pueden
conducir a la transformación de un tipo de vida que se ha revelado
en muchos aspectos (sobre todo emocionales, afectivos, espirituales)
tan insatisfactoria como estresante. Es una vida iatrogénica. La
iatrogenia es el proceso por el cual lo que se considera un remedio
genera enfermedad o empeora la condición de un paciente. La forma de
vida que hoy está en crisis parece haberse originado en concepciones
económicas, usos tecnológicos y vínculos humanos con alta dosis de
iatrogenia
¿Cómo
acceder a la vida simple? (...)Thomas Moore propone ideas
estimulantes en ese sentido. Una de ellas es que el alma tenga un
espacio en el hogar que habitamos. Ello ocurre cuando podemos
responder a estas preguntas: ¿vivo donde quiero o donde debo vivir?
¿Es éste el lugar adecuado para mí? ¿Estoy rodeado de la gente
que me da sensación de pertenencia? ¿Estoy haciendo un trabajo
apropiado, lo que puedo, lo que debo o lo que quiero? ¿Se están
expresando en este trabajo mis potencialidades más profundas
-emocionales, creativas, espirituales-? ¿Todo lo que hay en mi casa
es necesario?, ¿responde a necesidades o a deseos? "Tal
vez no necesitamos tanto espacio como creemos en nuestras casas y en
nuestros negocios, ni usar tanto de la naturaleza para nuestra
recreación".
Michael
Simperl (autor de Menos es más e impulsor del menosismo: hacer
menos y mejor, tener menos y disfrutar más), ofrece también su
aporte. «Tratemos de adecuar nuestras tareas a nuestro tiempo,
y no nuestro tiempo a nuestras obligaciones», propone. Sin duda, un
cambio cuántico en una cultura basada en la creencia de que "el
tiempo es oro" y que, como tal, es escaso. «La alternativa
menosista, dice, es aprender a no regirse por el número de tareas
que se nos imponen o nos imponemos, sino en destinarle un tiempo fijo
a cada una". Esto enseña a fijar prioridades. Siempre, lo que
se necesita tiene prioridad sobre lo que se desea. Por lo tanto, es
importante aprender a conocer las propias necesidades. Si éstas son
atendidas, habrá armonía y satisfacción. Correr detrás de los
deseos complica la vida.
«Cuando
quiera resolver un problema empiece por preguntarse cómo puede hacer
para empeorarlo. Así le será mucho más fácil descubrir la
solución» (Giorgio Nardone). Si queremos vivir una vida más
sencilla, con más propósito y sentido, podemos empezar, entonces,
por observar con absoluta sinceridad qué hacemos (y cómo lo
hacemos) para hallarnos involucrados en una existencia complicada e
insatisfactoria. ¿Estamos dispuestos a hacer más de lo mismo? Si no
es así, acaso sea el momento indicado para empezar a observar las
nubes.
extraído de Y SI LA FELICIDAD ERA OTRA COSA?
20/09/2009 lanacion.com
extraído de Y SI LA FELICIDAD ERA OTRA COSA?
20/09/2009 lanacion.com