«¿Quién
había tenido la idea funesta de medir el tiempo y sujetar sus vidas a la tiranía
irrisoria del reloj?»
Juan Goytisolo "Telón de boca".
El Aleph, Barcelona
2003
«Los primeros relojes mecánicos –en el siglo XIII—eran de una sola aguja, sólo tenían la manecilla de las horas. La manecilla de los minutos se añade en el siglo XVI, y la de los segundos –es significativo—en el XVIII, en paralelo con el desarrollo del capitalismo industrial. Desde que aparece la medición exacta del tiempo, las horas y los segundos medidos con precisión se convierten en algo que se puede comprar y vender: el tiempo puede ser mercantilizado, algo impensable en la anterior sociedad feudal. (Así, durante el Medievo, uno de los motivos por los que se prohibió la usura fue el considerar que cargar un interés equivalía a vender tiempo, y se suponía que éste sólo pertenecía a Dios.)»
Richard Morris. "Las flechas del tiempo"
Salvat, Barcelona 1994,
«Peter
Kafka ha sugerido que la crisis ecológica es sobre todo un asunto de
velocidad y de globalización. Un sistema se vuelve insostenible si (a)se acelera demasiado y no
tiene tiempo de
seleccionar las adaptaciones más viables; y (b)se globaliza
demasiado, es decir, se vuelve incapaz
de fracasar en algunas de sus partes sobreviviendo en otras, y se lo
juega todo a una sola carta,
por así decirlo. Un mecanismo de control o dirección consciente en
un contexto así está condenado
a dar palos de ciego, a cometer errores cada vez más grandes y más
frecuentes. (...)
Es
el momento de contar un cuento. Se encuentran un día un sabio y un
científico (un científico social,
por cierto). El sabio pregunta: "¿Cuántas opciones nuevas querría
tener usted cada año?" Y el científico, bien entrenado en los dogmas neoliberales, responde
con suficiencia: "¡Vaya pregunta estúpida! ¡Tantas, naturalmente, como sea posible!". El otro
continúa: "¿Y cada día?", provocando que su interlocutor --pese a no imaginar nada que pudiera añadirse a
la respuesta anterior--
ponga un gesto ligeramente desconcertado. La conversación sigue: "¿Y
cada minuto?" "¿Y
cada segundo?". Finalmente, observando que el científico va pasando
del estupor a la ira y está
a punto de argumentar con los puños, el sabio le da la espalda y se
aleja.
Como todos los apólogos,
éste tiene moraleja. Una sociedad se vuelve insostenible cuando
tiene cada vez más opciones
nuevas en intervalos cada vez más breves. (...) Es decir, cuando
renuncia a toda posibilidad
de reaccionar a tiempo a los efectos de sus propios actos.»
Ernest
Garcia. "Notas sobre 'desarrollo sustentable' y propósito
consciente"
Ecología
Política 10 (1995).
Textos extraídos de
Jorge Riechmann
Colección Traslibros. 2003