19 de febrero de 2013

la servidumbre voluntaria...


« Es extraordinario oír hablar de la valentía que la libertad pone en los corazones de aquellos que la defienden; pero esto que ocurre en todos los países, en todos los hombres, todos los días, que un hombre solo vitupere a cien mil ciudades y las prive de su libertad, ¿quién lo creería, si no hiciera más que oírlo decir y no verlo? Y si ello no se viera más que en países extraños y en lejanas tierras, y porque se dice, ¿no se pensaría que esto era más bien fingido e inventado que verdadero? Aun, a este tirano, no es menester combatirle, no hay necesidad de defenderse de él, por sí mismo se anula, ya que el país no consiente en la servidumbre, no hace nada por hacerlo desaparecer, pero no le da nada tampoco; no es necesario que el país se tome el trabajo de hacer nada para sí, pero que tampoco se tome el trabajo de hacer nada contra sí mismo. Son, pues, los mismos pueblos los que se dejan o, más bien, se hacen someter, pues cesando de servir, serían, por esto mismo, libres. Es el pueblo el que se esclaviza, el que se corta el cuello, ya que, teniendo en sus manos el elegir estar sujeto o ser libre, abandona su independencia y toma el yugo, consiente en su mal o, más bien, lo persigue. Si le cuesta algún trabajo recobrar su libertad, yo no le presionaría a ello, aunque esto sea lo que el hombre debe tener como querido —el restablecerse en su derecho natural y, podríamos decir, de bestia volver a ser hombre—; pero aunque no aspiro a tan gran atrevimiento en este pueblo, no le permito que ame mejor una no sé que especie de seguridad de vivir cómodamente. ¡Qué ocurrirá si para tener la libertad no se hace más que desearla, si no se tiene necesidad más que de un simple querer! ¿Habrá nación en el mundo que estime la libertad como lo más caro, queriéndola ganar tan sólo por un deseo? ¿Y quién economiza su valor para recobrar el bien que se debería rescatar siempre al precio de la propia sangre y el cual, una vez perdido, todas las gentes de honor deben considerar la vida como ingrata y la muerte como saludable? De la misma manera que el fuego de una pequeña chispa llega a ser grande y se refuerza más y más cuando se une a la madera, y aun más si ésta se encuentra en condiciones de arder, y si no se tiene agua para extinguirle, únicamente no arrojando a él más madera, no haciendo más que abandonarlo, se consume a sí mismo y se convierte en algo sin forma y que deja de ser fuego; así también los tiranos más saquean, más exigen, más arruinan y destruyen, mientras más se les entrega y más se les sirve, tanto más se fortalecen y se hacen tanto más fuertes y más ansiosos de aniquilar y destruir todo; y si no se les entrega nada, si no se les obedece, sin combatir y sin herir, quedan desnudos y derrotados y no son nada, igual que la raíz que, no teniendo sustancia ni alimento, degenera en una rama seca y muerta.

¡Pobres y miserables gentes, pueblos insensatos, naciones obstinadas en vuestro mal y ciegas para vuestro bien! ¡Os dejáis quitar ante vuestros propios ojos lo más bello y más querido de vuestro pasado; saquear vuestros campos, robar vuestras casas y despojarlas de antiguos y patriarcales muebles! Vivís de tal manera que podéis decir que nada es vuestro, y parecería como si, a partir de este instante, constituyera un gran honor poseer a medias vuestros bienes, vuestras familias y vuestras vidas; y todo este estrago, esta desgracia y ruina, os viene, no de los enemigos, sino precisamente del enemigo, de éste que os hace tan grande como él mismo, por el cual vais tan valientemente a la guerra, por cuya grandeza no rehusáis dar la vida. Este que os domina tanto, no tiene más que dos ojos, no tiene más que dos manos, no tiene más que un cuerpo y no tiene ni una cosa más de las que posee el último hombre de entre los infinitos que habitan en vuestras ciudades. Lo que tiene de más sobre todos vosotros son las prerrogativas que le habéis otorgado para que os destruya. ¿De dónde tomaría tantos ojos con los cuales os espía, si vosotros no se los hubierais dado? ¿Cómo tiene tantas manos para golpear si no las toma de vosotros? Los pies con que holla vuestras ciudades, ¿de dónde los tiene si no es de vosotros? ¿Cómo tiene algún poder sobre vosotros, si no es por obra de vosotros mismos? ¿Cómo osaría perseguiros, si no hubiera sido enseñado por vosotros? ¿Qué os podría hacer si vosotros no fuerais encubridores del ladrón que os roba, cómplices del asesino que os mata y traidores a vosotros mismos? Sembráis vuestros frutos a fin de que él en vuestra presencia los devaste; amuebláis y ocupáis vuestras casas para proveer a sus expediciones de robo; criáis a vuestras hijas a fin de que tenga en qué saciar su lujuria; alimentáis a vuestros hijos a fin de que él les lleve consigo para, en el mejor de los casos, conducirlos a la matanza en sus guerras, o convertirlos en administradores de sus codicias y ejecutores de sus venganzas; os despedazáis dolorosamente, a fin de que él pueda tratarse delicadamente en sus diversiones y revolcarse en sucios y villanos placeres; os debilitáis a fin de hacerle más fuerte y rudo y teneros más corto de la brida. ¡Hacéis tantas indignidades que las bestias mismas no aguantarían ni sufrirían! Pero podéis libraros si ensayáis, no siquiera a libertaros, sino únicamente a querer serlo. Estad resueltos a no servir más y seréis libres. No deseo que le forcéis, ni que le hagáis descender de su puesto; sino únicamente no sostenerlo más, y le veréis como un gran coloso al que se ha quitado la base y, por su mismo peso, se viene abajo y se rompe.»

Discurso de la Servidumbre Voluntaria o el contra uno
Étienne de la Boétie
Orleans, Francia. 1549 ó 1552 ó 1553... y sin embargo tan actual!

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