10 de junio de 2015

Hablar...

UN EXPERIMENTO CINEMATOGRÁFICO...

Hace cuatro años, Joaquín Oristrell y Cristina Rota tuvieron una idea. Estaban impartiendo un seminario de improvisación y su imaginación voló hacia un proyecto arriesgado y poético. Se les ocurrió que grabarían una película en un solo plano sin interrupciones, una gran coreografía de actuaciones en busca de la calidad artística y de la metáfora. El proyecto acaba de materializarse en el largometraje Hablar, un baile de historias interconectadas que suceden a lo largo de más de un kilómetro del barrio madrileño de Lavapiés. «El reto era hacerlo en un plano. No sentíamos la presión de que llegara a las pantallas. Lo importante era experimentar, vivir ese trabajo». Finalmente, el resultado ha conseguido la calidad y el interés suficientes como para ser compartido con el público en la pantalla grande.

La norma única, el gran mandamiento en el que se basó el rodaje fue «no cortar en ningún momento», pasara lo que pasara. Esa fue la máxima que tuvo que seguir tanto el equipo artístico como el técnico. Al grabar en la calle, rodeados de transeúntes, tuvieron que improvisar a cada minuto, según avanzaba el plano. Hubo que resolver problemas técnicos de cámara y sonido. De ello se ocupó el ayudante de dirección Javier Soto junto a diez voluntarios. 
Ese verbo, «hablar», es el verdadero protagonista de la película. En ella vemos cómo hablando se puede convencer, ordenar, protestar, defender… Las palabras y su poder para variar las situaciones son las que van conformando las historias. «Hablar nos convierte en seres humanos. Es lo que hacemos todas las personas que nos dedicamos al espectáculo, la cultura o la comunicación», reflexiona Oristrell. Y añade: «Señalamos la injusticia con palabras, amamos con palabras.¿Qué sería de nuestro trabajo sin el verbo hablar? ¿Qué sería de nuestra especie? Cuando las personas dejan de hablar empiezan los conflictos».

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