30 de octubre de 2014

Con los pies en el sueño...

Fragmentos de un diario (2006-2014)

Javier Arteta
Fronterad. 30-10-2014
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Un sentimiento incontrolable que se disfraza de normalidad. Incendio que inexplicablemente no quema tus ropas, porque se esconde tras un andar tranquilo. Lo que podría quemar, aunque a la vista sea tan sólo una gélida barra de calma. Andar sin rumbo, la dirección perdida, por los desolados caminos de la costumbre, para llegar a donde sabes que nadie te espera. Disimular y hacer como que nada pasa, cuando ha pasado, marcándote la piel. Y hacer como que vives por el simple hecho de carecer de otras alternativas. (25-2-2011).

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A veces, cuando menos te lo esperas, te llega de golpe el pasado como un grumo sin digerir que parecía ya disuelto, pero sigue ahí, vivo en el fondo de tu organismo, dispuesto a estropearte con sus ácidos la digestión de lo que ha venido siendo tu trayectoria existencial. (11-5-2013).

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El complejo de inferioridad que se me instala al confrontar la humildad de mis intentos con la perfección alcanzada –y a veces sólo confusamente advertida– de algunos grandes maestros que dejaron tras de sí una obra única. Me siento muy pequeñito, muy distante de esa constelación de espíritus selectos, cuyas realizaciones se me aparecen a veces como una losa de perfección que sepultara cualquiera de mis débiles gorjeos. Aunque, por otro lado, no dejo de pensar en que ellos no fueron sustancialmente distintos de lo que soy yo ni dejaron probablemente de padecer las mismas dudas e inquietudes que a mí me asaltan. Yo, como ellos, me veo circundado de un halo de luz, fuera del cual no hay nada, salvo la oscura inmensidad de todo lo que ignoro. Eso es lo que, en última instancia, podría compartir con cualquier genio del pasado; y lo que me pondría en buena comparación con un Leonado Da Vinci: que es muchísimo más, infinitamente más, lo que ignoro que lo que sé. (6-9-2009).

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Necesito un rabioso ajuste de cuentas conmigo mismo. Literario, por supuesto. Pasarme por encima un carro de palabras como cuchillas que me abran en canal. Intervención quirúrgica de urgencia que me ayude, no sé si a eliminar o a conllevar esta luz que duele. Poder decir lo que me pasa en la única forma en que podría ser contado. Coger, mejor, lo que me pasa y transformarlo en escritura. La poesía necesaria y urgente que aguarda golpeándome la piel con sus nudillos despellejados. Y humor, mucho humor, una maroma de poesía y humor para escalar los muros del pozo… (27-6-2010).

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Esa obsesión por no perder el tiempo. ¡Como si pudiéramos llevar el tiempo en el bolsillo a nuestra entera y particular y arbitraria disposición! ¡Como si, en realidad, no fuera el tiempo quien nos va perdiendo y olvidando por el camino! (3-7-2010).

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¿Reír? ¿Llorar? Mejor reír por no llorar. Reír hasta que se te salten las lágrimas. Reír hasta la frontera del llanto. (14-8-2011).

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La palabra, ese pisapapeles para sujetar un cuerpo arrastrado y a la deriva por el ventarrón de los años. (7-12-2011).

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¿El mundo interpretado a la medida de tu pequeño cuerpo? ¿Y por qué no? Es el único observatorio con que se puede contar para irlo conociendo. Nadie podrá interpretar el mundo mejor de lo que yo lo hago, por la sencilla razón de que nadie puede interpretarlo por mí. (28-1-2012).

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Las palabras no dichas, ¡cómo pesan!, ¡cómo duelen!, ¡cómo se adhieren al pecho! (22-2-2012).