o la Ley de la serialidad de Kammerer
«—
Son demasiadas coincidencias—
musitó mareado y con ganas de vomitar
[…]
— Ahí
está la ley de Kammerer, por ejemplo... Esa ley postula que, cuando
se da una coincidencia, siempre se dan muchas más. Por así decirlo,
las coincidencias coinciden.
[…]
— Paul
Kammerer fue un biólogo austriaco que allá por 1920 era uno de los
científicos más famosos del planeta. Y quién lo conoce hoy?
Absolutamente nadie. Ya ves como se desvanecen las glorias de este
mundo. […] publicó un libro muy curioso titulado “La ley de la serialidad”, en donde
expuso sus teorías de las coincidencias. Kammerer era un
coleccionista de coincidencias, empezó a anotarlas meticulosamente
a los veinte años y cuando sacó su libro, casi dos décadas
después, incluyó en él cien casos de su colección. […]
Cosas así, tremendamente tediosas y perfectamente inútiles. Pero
con sus ejemplos el científico quería señalar que las
coincidencias se dan en series, que no son hechos aislados, y que
esta percepción forma parte de la sabiduría popular desde el
principio de los tiempos.
Había
desgracias que no necesitaban venir acompañadas, reflexionó Matías.
Desgracias tan enormes que lo ocupan todo y no dejan espacio ni para
la pena más pequeña... O tal vez sí?
— Kammerer
sostiene que hay una ley física general que hace que el universo
tienda hacia la unidad. Según él existe una fuerza de atracción
comparable a la de la gravedad, pero que en vez de atraer masas,
atrae hechos, objetos, formas semejantes. Dicho de otro modo: el
universo, como establece la segunda ley de la Termodinámica, tiende
a la entropía, es decir al desorden, pero Kammerer asegura que, por
otra parte, el universo también tiende hacia el orden y la armonía,
hacia esa elegante simetría que se percibe en un cristal de sal o en
la estructura de un copo de nieve. Y las coincidencias serían una
consecuencia de esa ley, de esa fuerza que iría agrupando en el
tiempo y en el espacio hechos u objetos parecidos. […]
El mismísimo Eisntein dijo que la teoría era original y que no
tenía nada de absurda.
[…]
— […] se trata de una teoría absurda, científicamente
insostenible: ningún investigador se la toma en serio y en realidad
no es ciencia, es poesía. Porque es una idea hermosa, eso sí.
Pensar que existe una pulsión de orden y armonía en el universo es
una idea conmovedora y consoladora.
[…]
De
pronto tuvo la certeza de que ahí se escondía una gran verdad.
Claro que sí, las coincidencias tenían que tener un porqué. […]
después de tantas horas rotas y perdidas, tal vez el mundo pudiera
recuperar algún sentido.[…]
La noche tiene la barriga llena de luz.»
Instrucciones para salvar el mundo
Rosa Montero, 2009
Ed. Santillana
"Si ya no te quedan más lágrimas, no llores, ríe"
Shlomit Levin (abuela de Amos Oz)