«A partir de ahora, la mayor hazaña, las más bella, que tendrá que llevar a cabo la humanidad será la de responder a sus necesidades vitales con los medios más simples y sanos. Cultivar un huerto o entregarse a cualquier actividad creadora de autonomía será considerado un acto político, un acto de legítima resistencia a la dependencia y la esclavitud del ser humano.
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La vida sólo es una bella aventura cuando está jalonada de pequeños o grandes desafíos que debemos superar, que nos mantiene vigilantes, suscitan nuestra creatividad, estimulan la imaginación y, para no dejarnos nada, despiertan el entusiasmo, es decir, lo divino que hay en nosotros.(...) Cómo no dudar de una civilización que ha hecho de la corbata el nudo corredizo que simboliza la estrangulación cotidiana? No es este adorno una correa (...) que procura una sensación de liberación relegada al final de una jornada de la cual ha marcado su rigor laborioso?
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Alejado de la inteligencia de la vida, de la que cada uno de nosotros es creación, el integrismo de la razón pura ha edificado y estructurado un mundo paralelo que hoy en día se encuentra en estado de colapso.
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(...)Es evidente que nunca, en toda la historia, ha habido un orden más generador de dependencias que la modernidad.
(...)La modernidad (...) subordinó el destino colectivo, la belleza y la nobleza del planeta Tierra en su globalidad a la vulgaridad de las finanzas. Desde entonces, la suerte está echada. Todo lo que no tiene precio no tiene valor.
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Bastante alejado de la realidad elemental, fundada en la supervivencia y la perpetuación de la especie, el ser humano ha caído en la trampa de las fantasías. Les da a sus metales y a su pedrería un valor simbólico exorbitado y hace de ellos objetos de enriquecimiento para quienes los poseen. Viendo desfilar las hordas de conquistadores europeos en una frenética búsqueda de oro, fuente de violencia y asesinatos, algunos pieles rojas creían que el metal volvía locas a las personas y se cuidaban de no tocarlo, para que no les alcanzara la demencia que provocaba. A menudo quedo maravillado de la poderosa capacidad que tiene la inocencia de poner en evidencia verdades profundas.
(...)Así el ser humano afligido de una especie de "lucropatía" que afecta a su psique está, ante todo, habitado por un mito fundador: se encuentra poseído por aquello que cree poseer.(...)la economía es una creencia de esencia casi metafísica, anclada en lo más profundo de la subjetividad humana.
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Incluso aquellos que recusan el orden establecido están condenados a mantenerlo a través de sus gestos cotidianos: comprar, tener luz eléctrica, usar agua, servirse del teléfono, los ordenadores y los móviles, desplazarse, etc.(...)Las situaciones de coherencia entre nuestras aspiraciones profundas y nuestros comportamientos son limitadas, y estamos obligados a transigir con la realidad. Pero es imperativo actuar para que las cosas evolucionen hacia la coherencia y que la incoherencia no se considere norma, y áun menos una fatalidad.
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"Eres optimista o pesimista respecto al futuro?" Bernano escribió que el optimista es un imbécil feliz y el pesimista un imbécil triste.»
Textos extraídos del libro del escritor y pensador francés de origen argelino Pierre Rabhi, defensor de una sociedad respetuosa con el hombre y la naturaleza, y uno de los pioneros de la agricultura ecológica...
Editado por errata naturae en su coleción La muchacha de dos cabezas.